En fila india

En fila india o de a uno, así nos va situando el tiempo ante la puerta figurada de la muerte, poco importa cuantos proyectos queden pendientes, iniciados, por iniciar o en un futuro ilusorio, solo permaneceremos en el recuerdo de aquellos que en alguna medida formaron parte de nuestra vida, por los proyectos culminados.

Vicenta Aurina García Alonso, más conocida como Tina ó Yakitinina era una poetisa quirosana, de Proaza para más señas, una mujer sencilla, autora de poemas dedicados a su niñez, a las escenas cotidianas, a los animales domésticos, las gallinas, su gato y otros, y a la que conocí a través de los maratones de poesía que la red de bibliotecas de Oviedo estuvo organizando hasta ahora en el centro social El Cortijo de La Corredoria.

Con Yakitinina en presencia bibliotecaria de El Cortijo

Mis poemas no valen mucho, solía decir y me dijo, la tarde que me dedicó su último poemario que reposa en mi estantería y al que regreso a ratos. Nos habíamos conocido aquella misma tarde pero la sentía cercana. Estaba con Raquel su hermana que caminaba siempre a su vera y a la que continuamente abrazaba con la mirada y con los gestos.

Este año no se pudo celebrar por culpa de la pandemia el maratón de poesía en nuestro barrio y por eso no la eché en falta. Sabía de su lucha contra el cáncer porque la seguía a través de las redes sociales pero hasta hoy no supe que en abril pasado nos dejó para siempre.

Con ella se fue también la posibilidad de disfrutar de nuevos poemas, sencillos y escritos con el alma, con esa mirada humana y sencilla que dejaba reposar sobre las cosas y los animales como el que dedicó a “Lola”, Lola la perrita de mi amiga Bea, a la que también conocí en las tertulias de novela negra que organizábamos en la biblioteca de La Corredoria y a la que ambos pertenecíamos, no sé si pertenecemos aún, porque todo parece haberse detenido, casi muerto.

Lola la de Bea

Bea viaja con Lola,
siempre en fines de semana.
Voltea contenta su cola
sube al coche como humana.


Unas veces va dormida
o mira por la ventana.
Va soñando con comida
y con gatos que amilana.

Salen de Oviedo a Salcedo,
pasan por Trubia y Proaza.
Cruzan algún Castañedo,
Lola a una ardilla amenaza.

Se llena de adrenalina
cuando están llegando a casa.
Mira si hay una gallina
y corriendo la repasa.

Bea se fue al catecismo
tuvo que llevarse a Lola.
Otra vez pasa lo mismo
no puede quedarse sola.

Y calladina en la iglesia
empezó como a pensar…
«A ver si Dios tiene amnesia
y me puede perdonar
los sustos que le metí
al gatín de la vecina,
estrés al que sometí
a aquella pobre gallina.»

Con las patas delanteras
reposadina en el suelo,
Lola rezó a su manera
hoy´ta más cerca del cielo.
Se apropió y no titubea
de su dueña y trae cola.
Sigue llamándose Bea,
pero Bea la de Lola.


Tina Alonso

A UN OLMO SECO

Hoy, rondamos los 25000 contagios por COVID-19 y más de 1300 fallecidos a consecuencia del coronavirus cuando se ha cumplido ya una semana de confinamiento forzoso.

Pero además hoy es el DIA MUNDIAL DE LA POESÍA cuya celebración fue propuesta por la UNESCO con el propósito de consagrar la palabra esencial y la reflexión sobre nuestro tiempo.

Por ello, se me ha ocurrido para deleite de los amantes de la literatura y la poesía recordar uno de los poemas más bellos que se han escrito en lengua castellana. Se trata del poema titulado A un Olmo seco, perteneciente al libro de poemas de Antonio Machado «Campos de Castilla» y dedicado a su esposa, Leonor izquierdo, que murió muy joven a consecuencia de la tuberculosis y cuando apenas contaban tres años de vida en común.

A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

VERSIÓN DE JOAN MANUEL SERRAT: