¿De qué guerra hablamos cuando hablamos de la guerra?
Para mí, las guerras, en el sentido más elemental del término, se producen cuando las dos o más facciones enfrentadas han perdido toda esperanza de alcanzar un acuerdo o cuando una de las partes se quiere imponer sobre la otra.
Sobre el conflicto en Ucrania, para una gran mayoría de españoles, un tipo muy malo, aprovechando su fortaleza, decide unilateralmente lanzarse contra uno de sus vecinos para arrebatarle una parte de su territorio y lo manifiestan, por ejemplo, cuando gran parte de ellos, conoce poco o nada la historia de Rusia anterior a Gorbachov y sin tener claro qué es lo que pretende cada parte más allá de invadir y detener la invasión y menos aún tener alguna idea de como se ha llegado a este punto y qué hacer para mejorar la situación.
Lejos de no tener información, que es lo que suele ocurrir en estos casos, ha habido demasiada, hasta el punto de crear más confusión sobre los hechos por simple hartazgo al escuchar tanto sobre el asunto, y abrumados por las consecuencias económicas complicadas de entender, sobre las medidas sancionadoras tomadas por el bloque atlántico (USA-EUROPA) contra Rusia y que, como advertí en este mismo blog en marzo pasado con un post que titulé “Y, ¿ahora qué?”, han repercutido tanto o más en nosotros como en ellos en forma de una balanza de pagos e inflación disparándose y una probable recesión en el horizonte.
Sin embargo, en mi opinión, esto no es la guerra. Esto es solo una escaramuza más de la gran GUERRA con mayúsculas que se libra en distintos escenarios entre derechas e izquierdas, bloques que representan, desde mi punto de vista, dos maneras de administrar el planeta, entendiendo por izquierdas el modelo que intenta acercarse a la igualdad no solo económica sino social, igualdad de género, de condiciones laborales y de educación, mientras se entiende por derechas, el modelo capitalista, de libre mercado y adelgazamiento de las administraciones públicas a través de privatizaciones y favoreciendo los mecenazgos, la propiedad privada y la limitación a la diversidad de partidos que de algún modo complican la política.
Volviendo al escenario de Ucrania, el nepotismo de un dictador, empecinado en imponer por la fuerza el modelo de imperialismo anterior a las reformas de Gorbachov frente al programa democrático del presidente de Ucrania, elegido por la mayoría de unos ciudadanos libres e independientes y ante el temor al contagio en los demás países del entorno, que antaño estuvieron bajo el paraguas de la URSS, parecen preferir hora, unirse al mundo occidental.
Pero es que en España pasa algo similar, guardando las distancias obvias porque aquí no hay invasión, la derecha ha puesto patas arriba el parlamento con insultos y bulos intencionados y con el único objetivo de desalojar del poder a una coalición de gobierno legítimo.
Por lo que peor me siento, es por la desazón que me invade al considerar que está ganando la derecha en EE. UU., Brasil, chile, aquí, etc., consiguiendo dividir la sociedad, creando más confusión en el pueblo y anulando las izquierdas, según parecen indicar las encuestas, dividiéndolas en coaliciones confusas y forzadas por partidos más pendientes de alcanzar una mejor cuota de mercado en las elecciones que unirse y encontrar un camino de equilibrio político que mejore la vida de los ciudadanos logrando que estos les voten en lugar de que, por agotamiento, se abstengan en las elecciones.