He aquí una pequeña joya dentro de este inflado universo de series en el que nos encontramos inmersos, se trata de We are who we are(Somos quienes somos), la miniserie de 8 episodios de 50 minutos cada uno, creada por el director italiano Luca Guadagnino para HBO y Sky, y que se convertirá en su primera serie televisiva.
La acción tiene lugar en una base americana ubicada en Chioggia, ciudad de cincuenta mil habitantes perteneciente a la provincia de Venecia, al norte de Italia y los protagonistas son dos adolescentes Fraser, un chico introvertido y brillante al que da vida Jack Dylan Grazer, hijo de la comandante recientemente llegada a la base para tomar el mando y Caitlin, hija de un militar que ha crecido en la base a la que da vida Jordan Kristine Seamón que se estrena profesionalmente en esta serie y que forman parte de una pandilla de chicos «Queer «
Muchos hablan de una infancia feliz que yo no tuve porque fui preso de la polio, a consecuencia de la cual me pasé la infancia escayolado y recuperándome de las múltiples operaciones a las que fui sometido y por ello casi no recuerdo nada, excepto que no fui feliz, sin embargo si lo fui a la misma edad que los chicos en los que se centra la serie, tiempo de incertidumbre si, pero también de libertad en el que tu única obligación es estudiar y apresurarte por encontrar tu propia identidad.
Para relatar esto tan complicado, Guadagnino utiliza un poderoso lenguaje audiovisual, en el que la imagen, los planos desde distintos ángulos y primeros planos, las diferentes tomas o la luz, adoptan todo el protagonismo porque todo es consecuencia de un lenguaje no verbal en el que apenas se utilizan algunas frases cuando resulta imprescindible para situar al espectador en contexto. En los dos primeros capítulos esto se nota enormemente porque se repiten exactamente las mismas escenas, aunque contadas visualmente desde el punto de vista del chico, es decir lo que este ve, y en el otro, desde el punto de vista de la chica.
Todo obedece a un extraordinario alarde de destreza que te sumerge en el autobús, en vivencias e intimidades y te ayuda a sufrir con ellos y por ellos. Además el creador no esquiva nada, habla abiertamente de todo, del amor al margen de las relaciones hetero, homo, trans, pero también de las relaciones filiales, creencias y sensaciones en las que en todo momento está presente la música que tiene una gran importancia, bastante más que el guion.
Los humanos y más a esa edad estamos solos, como huérfanos por ausencia de los padres ha dicho el director en algunas entrevistas, pero yo creo que se tienen a ellos como nosotros en mi generación, nos teníamos a nosotros. Los hombres vivimos y morimos siempre solos y es solo gracias a la presencia del amor o la amistad que a veces creamos la ilusión de que no es así. Maravillosa serie a la que dadas las características que he descrito hay que prestar atención para disfrutar sin perderse nada. Para mí, el último episodio es el mejor.
Cuenta en Filmaffinity con 7 puntos y una exigua SINOPSIS que dice lo siguiente:
Dos adolescentes estadounidenses alcanzan la mayoría de edad mientras viven en una base militar estadounidense en Italia.
Como ya he dicho, en esta miniserie tiene especial relevancia la música a cargo del músico y compositor británico Devonté Hynes, también vocalista de Blood Orange y que aparece en el episodio de cierre de la serie en un concierto que tuvo lugar en Bolonia. Todos los temas que suenan han sido exquisitamente elegidos, sonando Prince, Radiohead, David Bowie, Kanye West, Frank Ocean, Chance The Rapper, Neil Young o The Rolling Stones, por ejemplo.
Soundtrack de la serie en Spotify:


