SUBNORMALIDAD

Gente por la calle protegidos con barbijos

Pedro Sánchez no sabía o no supo explicar cuando lo anunció, en qué consistía la “nueva normalidad” y aunque yo presentía que sería una nueva forma de subnormalidad, muchos intuyeron que se refería a un mañana más justo e igualitario en el que los hombres tenderíamos al entendimiento.

El episodio de fuerte confinamiento ha terminado para dar paso al de la subnormalidad esa a la que me refería y a la que no estoy seguro de acostumbrarme, porque como se puede uno acostumbrar a esa sensación de que no estás protegido, de que no hay nada que te haga resistente, inmune a los miles de peligros que nos acechan en el futuro después de haber orillado que no superado éste.

El Covid-19 mata menos que el MERS o el SARS que lo precedieron, pero se propaga endiabladamente más rápido y sigilosamente que aquellos y quizá el nuevo virus que nos visite sea una mezcla de ambos o se contagie también a través del agua y entonces ni el lavado de manos nos protegerá.

Como se puede uno acostumbrar a la permanente duda, a desconocer si es o no asintomático y si acaso va por la vida contagiando a los demás, ser consciente de que cada beso en la mejilla dado a una amiga se puede convertir de rebote, en el beso de la muerte para su anciana madre.

Creo que todos sabemos que hay que volcarse en la investigación y el gasto público para reforzar la sanidad pero también estoy convencido de que no lo haremos. Coincido con expertos y analistas en señalar que, a pesar de que habrá un antes y un después de la pandemia, el virus no será el agente revolucionario que reseteará el antiguo orden. Creo más bien, que acelerará en una rara espiral de regreso al pasado los movimientos que ya estaban latentes de nacionalismo y provincianismo.

Además, me resulta altamente preocupante tal como manifiesta Solana, la ausencia de políticos de altura, con formación e inteligencia para administrar toda esta maraña. Como decía la periodista alemana Carolin Emcke en una de sus últimas crónicas, nada aterra tanto como quienes protestan en tiempos de pandemia, empeñados en verse a sí mismos como víctimas, defraudados por una verdad cuyas condiciones no les interesan lo más mínimo, privados de la libertad que no reconocen cuando se les concede, sintiendo cercenados unos derechos que quieren negar a los demás.

El historiador británico Timothy Garton Ash, cree que se desencadenará una nueva guerra fría, en esta ocasión entre China y EE. UU. y no sé si eso me tranquiliza más o menos porque cuando terminó la que se dio tras la segunda guerra mundial, entre EE. UU. y la URSS, algunos pensamos que la cosa no fue mejor porque ya no podríamos ni siquiera culpar a aquella guerra fría de nuestros males.

Solo encuentro consuelo en esa lucha denodada que mantuvieron y mantienen todos los profesionales de la salud, desde las limpiadoras o enfermeras de menor rango hasta profesionales y autoridades en epidemiología y neumología, pasando por cirujanos de plástica, rehabilitadores, cardiólogos, endocrinos o personal voluntario de cualquier área enfrentándose a una enfermedad casi desconocida, pero sabedores de poder ser contagiados, poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias, porque la muerte puede no ser otra cosa que una circunstancia más de la vida que también lo representa todo.

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