SATURACIÓN

A la edad de 25 años, ya estaba trabajando y cotizando al erario público. Se vivían momentos tan convulsos o más que los de ahora, En aquel año murió el dictador y ante el alivio que el acontecimiento producía a la mayoría, se abría un futuro tan incierto que no sabías muy bien si huir o quedarte y afrontar lo que viniera a pesar de la desazón derivada de ignorar el rumbo que tomaría una sociedad que se debatía entre el rencor, el revanchismo y el miedo.

Me consideraba un tipo informado pero no saturado por la información. Había que seguir los acontecimientos de cerca, la sucesión, la deriva del Rey (hoy en fuga) entonces una posible esperanza de cambio que al final se produjo con el advenimiento o restauración de la democracia y para ello contaba con un informativo al medio día y otro por la noche, tanto en radio como en TV, más la prensa escrita. Recuerdo que a diario adquiría un periódico local y una cabecera nacional, en aquel momento Diario-16 y un par de revistas semanales Triunfo y El tiempo. Por lo tanto disponía de tiempo suficiente a lo largo del día para ir asimilando la información, clasificarla, ubicar la parte estadística por un lado, los acontecimientos negativos por otro y además los fines de semana mamarme las fuentes de opinión tanto de la derecha como de la izquierda que me ayudaban a realizar una fotografía global de por donde irían los tiros.

Así fue durante bastante tiempo hasta que llegó la era de la Internet y los móviles, estos endiablados ordenadores de bolsillo, sin los que ya no puedo vivir, y lo trastocaron todo. Hoy ya no es necesario esperar al medio día o la noche para recibir noticias porque vivimos en la era de la información continuada, miles de datos, opiniones, sucesos provocan avisos en las app’s de nuestros aparatos y redes sociales personalizadas con nuestros sesgos nos advierten de peligros, nos animan con logros y alimentan las estadísticas ya de por sí infladas, inflamadas y saturadas hasta el punto de que la información útil que puedan aportar es imposible de asimilar.

Y una vez más me encuentro solo para decidir cuál deba ser la actitud a adoptar ante esta nueva situación que nos empuja a rechazar las estructuras y odiarlo todo, empezando por la política y continuando por las instituciones aunque a la vez sepamos que no tenemos otras alternativas porque la dictadura y los totalitarismos al menos para los que lo vivimos y mantenemos viva la memoria, sabemos que son mucho peores opciones.

Por todo lo expuesto, de momento, he tomado la decisión de alejarme por completo de las tertulias televisivas y de las otras, restringir las redes al máximo excepto en lo local para centrarme fundamentalmente en el mundo de la cultura, la ciencia y la política internacional, intentando emular en lo posible la situación en la que me hallaba cuando tenía 25 años, al menos en lo que se refiere al mundo de la actualidad porque me afectará gravemente en tanto siga vivo como me afectó el de entonces.

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