Hoy en una nueva sesión de control al gobierno, se volvieron a escuchar las mismas tonterías a que nos tienen acostumbrados los políticos desde hace algún tiempo, y como bien decía Forrest Gump el personaje que tan afortunadamente representó Tom Hanks, “Tontos son los que dicen tonterías”, pero ¿Por qué será que no me importa?
De la misma manera que me trae al pairo que Casado, el líder de los populares, para evitar dar cuenta de sus continuos fracasos, lance una bomba de humo anunciando la huida de la cueva de los 40 ladrones en que convirtieron su sede de la Calle Génova en Madrid. O que una niñata doliente de diarrea mental aguda, se calce una camisa azul incongruente con su adolescencia, y a pesar de considerarse de ideología nacionalsocialista, afirme tener como referente a Ramiro Ledesma Ramos, fundador de la JONS y del fascismo nacional, personaje perdido en la memoria, y al que para reconocer lo poco que hizo en su corta vida, se habrá tenido que lamer bien la wikipedia.
También me resbala que se recrudezca la lucha entre los socios de gobierno por la Ley Trans, una ley que va camino de dividir incluso al feminismo sin obtener nada a cambio. O que imputen a Monedero, exlíder de Podemos por el caso “Neurona”, que sarcasmo, con las pocas neuronas que utilizan, ser juzgado por una de ellas. O que la mayoría independentista siga marcando el paso en la comunidad autónoma catalana.
Lo que me jode, lo que me importa verdaderamente es haber acertado al principio del confinamiento, casi un año ya desde entonces, cuando aseguraba que saldríamos igual o peor de la pandemia, frente a quienes afirmaban que de esta aprenderíamos a aunar esfuerzos y reconocer errores. Ni lo uno ni lo otro. Saldremos con la deuda nacional más inflada que nunca 117% del BIP., Y con una sociedad que más dividida que nunca también, impulsa un partido esquizofrénicamente radicalizado, probablemente porque los ciudadanos, confundidos, no saben donde cojones meter la papeleta cada vez que somos convocados a unas elecciones.