MISERIAS

Javier Ardines

Decía mi amigo Paco “el del rojo” que el nuestro es un país de miserias y envidias donde vivir honestamente nos preocupa bastante menos que aparentar. Lo que «nos pone» es poder elevar la cabeza por encima de los hombros del vecino y esto no es de ahora, que yo siempre lo he conocido así. Mira –aseguraba- somos tan pobres y miserables que ni siquiera sabemos lo que significa ser rico ¿Cuánto debe tener un rico para poder definirlo como tal? No sabemos, sin embargo perdemos la conciencia de clase en cuando El Corte Inglés nos envía una tarjeta de crédito a casa.

Aunque venga desde antes, mucho tuvo que ver en ello, la miseria en que nos sumió la guerra, miseria no solo monetaria, también de ideas porque los que eran un poco más listos y cultos que el resto o se los cargaron los fascistas o se fueron para no ahogarse en la atmósfera que se creó. Dice Manuel Vilas en “Ordesa” que “España, fue el lugar en el que cuarenta y cuatro millones de españoles estuvimos viendo cómo un millón de españoles pillaban un chollo mientras tú no.” Y la envidia generada, ese poso sucio y huérfano de autoestima, se diluye un poco en las grandes ciudades pero resulta patente a medida que la demografía disminuye.

Me lleva doliendo el asesinato de Ardines como si fuera la de un hijo o un familiar cercano a pesar de que no sabía de su existencia hasta que se notició su aparición yacente en el camino de una aldea de Llanes. Y me duele porque asesinatos y suicidios políticos ha habido muchos de la posguerra hacia adelante pero tanto a Ardines como a Carrasco, el primero concejal de IU en Llanes y la segunda Presidenta de la Diputación Provincial de Leon, los ha matado esa España desnaturalizada de la que anteriormente hablaba con el consentimiento de todos nosotros porque tanto uno como la otra fueron de alguna manera víctimas del bipartidismo imperante en nuestro país desde el advenimiento de la Democracia.

Para que un partido se prolongue en el poder, elección tras elección, ha de comprar votos y acreditar favores y en Asturias sabemos de eso. Ardines era trabajador y fuerte y seguramente asumió algo que le costó la vida, desmontar una maquinaria que se había hecho demasiado grande para fallar. Lo de la Carrasco fue parecido, llevaba tanto tiempo haciendo lo que le “salía del higo”, como dicen que solía afirmar la que fue alcaldesa de Llanes que probablemente se creyó que era ya una diosa como pensaron aquellos otros miserables el día que recibieron la tarjeta de El Corte Ingles en casa sin pedirla y así, «La Carrasco» tensó tanto la cuerda del despotismo que se ahogó con ella. Si los ciudadanos no permitiéramos el bipartidismo estos dos crímenes acaso nunca se hubieran producido por eso creo que somos parte también.

El Confidencial ha publicado un excelente trabajo que les invito a leer, en él se dicen, por ejemplo, estas lindezas: “Tú puedes hacer todo tipo de desmanes en un ayuntamiento. Pero como le digas a un paisano que lleva trabajando ahí toda la vida que tiene que opositar para mantener el puesto… échate a temblar”.

¿La posibilidad de perder un trabajo público fijo y cómodo le convierte a uno en un asesino de políticos? Evidentemente no, pero se da la circunstancia de que ese fue precisamente el motivo del asesinato en 2014 de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León y del PP: a las asesinas (una madre y una hija) se les cruzó un cable el día que la hija se quedó fuera de la cadena de favores para obtener plaza fija en la Diputación. Lo siguiente fue tirotear a Carrasco en la calle y a plena luz del día. “Hay muchas pitas a las que cebar, y aunque de pronto no haya pan, las pitas siguen viniendo a por él”.

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