A merced de la incertidumbre cabalgamos en este inicio de una nueva semana de confinamiento entre el hartazgo y la esperanza de que fuera de nuestro entorno haya vida con la suficiente inteligencia como para prever con un mínimo de acierto los avatares venideros.
La guerra político-científica se ha desatado de nuevo entre oriente y occidente y no precisamente exenta de intereses de mercado y sesgos raciales y mientras en occidente afirman que el virus pudo escaparse por error de un laboratorio chino, teoría que cuenta incluso con el apoyo de un nobel, los chinos se defienden como pueden carentes de una versión clara de como pudo pasar del murciélago al hombre.
También observo con impotencia los avances y retrocesos de un ingreso mínimo familiar frente a la valiente renta mínima universal individual como solución no solo para atajar la crisis laboral galopante que nos amenaza como consecuencia de la paralización del trabajo, sino como un modelo económico que se abra camino hacia un futuro marcado por una competitividad salvaje, las sucesivas oleadas migratorias de las que nadie se podrá librar y el avance de una automatización más desarrollada y agresiva como sustituto de la masa obrera.
Por otra parte, medio mundo científico sigue empeñando denodados esfuerzos por conseguir una vacuna que ayude a la inmunidad de la población mundial frente al coronavirus con las piedras en el que camino que todos ellos conocen de las dificultades para llevar el remedio a toda la población sorteando las diversas y temidas mutaciones del virus y sus rebrotes correspondientes.
Y además, como ocurre cuando la población sufre colapsos como este, mientras unos se aproximan a la ruina económica, otros hacen el agosto en el rio revuelto de la decadencia monetaria y así las acciones de NETFLIX siguen en alza en tanto que el resto de las plataformas de streaming redoblan esfuerzos por seguirle a la zaga estrenando por doquier series, películas y documentales.
Todo un espectáculo a través del cual proseguimos en la lucha pasiva del encierro con el lapsus de esos 10 minutos diarios durante los cuales, a las 20 horas, salimos al balcón para desfogarnos y aligerar tensiones.
En cuanto a música la cantautora inglesa LAURA MARLING lanza, a sus 30 añitos, el que sin duda es su mejor álbum «Song for our Daughter» (Canción para nuestra hija)
Y el siempre eterno Bob Dylan desde el otro lado del atlántico envía un mensaje a sus fans cuasi apocalíptico por inusual: “Saludos a mis fans y seguidores con agradecimiento por todo vuestro apoyo y lealtad durante los años. Permaneced a salvo, estad vigilantes y que Dios esté con vosotros. Y les obsequia con la canción «Murder Most foul» de casi 17 minutos de duración en la que aparentemente adjunta un mensaje místico del rechazo a esta sociedad materialista y les invita a la reflexión con el pensamiento libre por bandera. Esta es una canción inédita –dice–, que grabamos tiempo atrás y que podéis encontrar interesante.
Y En su último libro «Terra Alta» mi estimado Javier Cercas pone sobre la mesa un odio hacia el nacionalismo injusto y desestabilizador que le hace sufrir, supongo como buen «charnego», inmigrante de las antípodas españolas.



