Amo las ciudades grandes porque dan respuesta al deseo de aquellos que nos precedieron y representarán en el futuro aquello que queremos ser hoy. Solo en ellas, la diversidad planetaria puede expresar mejor la cultura, el arte o la ciencia, manteniendo siempre un halo utópico.
Lamentablemente por esta manera de pensar más común de lo que pudiera parecer, hemos llegado a la cruda realidad de que en nuestro país el 25% de la población se concentra en los grandes núcleos urbanos de Madrid y Barcelona en detrimento de una España que decimos vaciada con tono casi despreciativo intentando echar la culpa a otros porque es algo muy nuestro la no asunción de responsabilidades aunque en este barco estemos todos.
Pero además esta carrera por la concentración no solo vacía nuestras zonas rurales, sino que reduce las posibilidades de un gran número de ciudades medias al tiempo que ayuda a la creación en las dos grandes, de barrios periféricos que reflejan una desigualdad negada o no deseada por nadie aunque se imponga inexorablemente.
Hoy más que nunca deberíamos agradecer estar no solo juntos sino unidos en el planteamiento del modelo de ciudad que queremos porque no creo que deseemos un modelo que nos separe, si así fuere no se estaría produciendo esta concentración de la que hablo, sino que buscamos un modelo integrador, con menos desigualdades en el que quepamos todos y eso no lo hacen los arquitectos ni los ingenieros, ahí tenemos que estar todos a una.
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