Tira y afloja

¿Cómo estás? ¿eres feliz? es el diálogo que a menudo mantenemos cuando nos encontramos y yo me he acostumbrado a decir que estoy mal porque es verdad, estoy mal y no soy feliz pero y… ¿Quién dice que quiera serlo?

Algunas investigaciones han llegado a la conclusión de que la soledad es una de las principales causas de infelicidad. Nadie sale indemne de la infancia, todos arrastramos durante el resto de nuestra vida algún trauma y a mí me acompaña el de la infelicidad. Aprendí a vivir en soledad, acerté a meditar, a exprimir mis pensamientos para entretener la espera hacia un futuro incierto y así enfrentarme con algún éxito a la infelicidad que la soledad me provocaba, e intentando aprender a vivir solo, descubrí que me hacía más desgraciado el hecho de intentar aparentar ser feliz.

La vida consiste en una serie de tira y afloja continuo, la estabilidad emocional es una quimera, una utopía, la meta que sabemos imposible de alcanzar. Como decía el cineasta Tod Browning, «No pedimos venir al mundo, pero aquí estamos», por lo tanto, tampoco somos responsables o tan solo lo somos de nuestros actos y nunca me he ñangotado porque he vivido en la convicción de que me tengo a mí y punto. Como decía el escritor austriaco Thomas BernhardNacer es una desgracia, y mientras, vivimos perpetuamos esa desgracia” y yo, a pesar de las dificultades me había decidido por el camino de la vida, así es que había que apencar.

Apenas nadie advertía el peligro. Mi amigo Carlos pasó una semana en casa, en observación, empeoró y lo ingresaron. No mejoraba y lo intubaron con el temor de que a lo peor no despertara para lo que colocaron a su mujer en la disyuntiva de firmar por él la posible pena de muerte o la muerte inmediata ¿Morirse es algo tan prosaico como esto? –Pensé– Que de repente te seden, te intuben y se acabó la vida, ¿así de tonto es esto? ¿Ir sin tener siquiera la posibilidad de despedirte de tus amigos y seres queridos?

Ahora que me acaban de comunicar que Carlos no ha podido superar el shock séptico que el COVID-19 ha provocado en él mientras permanecía sedado, pienso en todas las tonterías que hacemos a diario, en los disgustos que cogemos por nada. No sé lo que me queda de vida, pero en el tiempo que me quede intentaré darme cuenta solo de lo importante, desechando todo lo demás porque me persigue esa certidumbre horrorosa, que pesa como una losa en mi cerebro cansado, de que si me infecto ya no habrá vuelta atrás y el final puede haber llegado, y pienso no es posible, aún no leí aquel libro, no he podido conocer a la hija de mi hijo, no me puedo contagiar porque sé que mis pulmones tampoco aguantarán.

Anhelo político

La serie francesa “Barón Noir” que según el Huffington Post, Pedro Sánchez recomendó a su vicepresidente y que actualmente estoy viendo, me ha transportado en el tiempo a un momento del que me llevo 42 años intentando olvidar.

Alguien que haya pasado por algo parecido y seguro que hay más de uno, me entenderá cuando digo que mi anhelo de juventud fue dedicarme a la política como herramienta para cambiar las cosas pero asimilar que en política principalmente cuenta el fin por encima de los medios fue demasiado para mí y otros como yo. La izquierda presume de lo contrario pero lo cierto es que, como todos en política, piensa que si no se gana, nada se puede cambiar y desde esa perspectiva, el fin representado por el ganar, justifica todo lo demás.

Un puñado de estudiantes queríamos cambiar el mundo y lo queríamos hacer desde la izquierda moderada e intelectual que para nosotros parecía estar representada por el PSP de Tierno Galván pero en las elecciones de 1977 metimos en el Parlamento a un puñado insignificante de diputados y muy poco tiempo después cuando todavía creíamos que había un espacio para la lucha a través de pactar con el PCE una coalición de izquierdas robusta, el presidente del partido ya había decidido a nuestras espaldas y convenido con Felipe González que nos integraríamos en el PSOE y eso supuso para nosotros el fin de cualquier anhelo político.

Perdemos los rituales

La pandemia está poniendo de manifiesto que vivimos en la sociedad de la supervivencia. Sobrevivir lo es todo o lo único importante, como si nos halláramos en un estado permanente de guerra.

Ayudados por el confinamiento y la nueva normalidad, nos hemos terminado por cuestionar los últimos rituales que aún manteníamos como salir a tomar algo, debates sociales o reuniones culturales, sin embargo como afirma el filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han, los rituales no son simples restricciones de la libertad, sino que dan estructura y estabilidad a la vida, consolidando en el cuerpo valores y órdenes simbólicos que dan cohesión a la comunidad.

En su libro “La expulsión de lo distinto” el filósofo denuncia que las redes sociales están consiguiendo cargarse el resto de los rituales como el de la mirada de la madre secuestrada por la pantalla del móvil, cuando la mirada de la madre infunde una confianza primordial y su falta pueda llegar a provocar algún trastorno en la relación consigo mismo y con los demás, siendo quizá también la causante de la actual pérdida de empatía.

Puede que hoy más que nunca precisemos la mirada del filósofo para poder asimilar y comprender los cambios que se están produciendo en nuestra conducta y determinación. En el aspecto sexual por ejemplo, también estamos dejando de jugar como si lo que contara fuera solo el rendimiento. Llegamos al amor desprendiéndonos de lo lúdico porque en la época del Tinder ya no hay rituales de seducción, se va directamente al asunto aunque lo erótico siga siendo el juego con las cosas secundarias.

Deberíamos oponernos hasta la extenuación a la idea de que todo placer procede del cumplimiento del objetivo final porque solo la sociedad de consumo se rige por los objetivos y los deseos y la gente ya ni folla porque es virtual hasta el sexo.

Así mismo la obtención de la información a través de la prensa escrita es otro ritual que está llamado a desaparecer porque la gente se ha conformado con la información que encuentra de manera gratuita en Internet aunque cueste creer que alguien pueda pensar que lo gratuito sea buena información. Internet en su mayor parte confunde en lugar de informar y todos lo sabemos sin embargo, para colmo, en las redes estamos malvendiendo nuestra propia identidad para conectarnos y acceder solo a la información que quieren que accedamos.

Rocío Vidal desde su canal «La gata de Schrödinger» nos habla de esto desde una perspectiva científica.

¡Nos están MANIPULANDO! | Redes Sociales: Polarización y Adicción

Supremacismo

En el programa “A vivir que son dos días” que Javier del Pino dirige los fines de semana, entrevistaron a Jorge Ramos, uno de los periodistas latinos con mayor reconocimiento en EEUU, que dirige el Noticiero Univisión, ganador de 8 premios Grammy y según la revista TIME, una de las personas más influyentes en aquel país, que saltó a la palestra internacional cuando cubriendo una rueda de prensa en la Casa Blanca, Trump le espetó: “Nadie te ha dado la palabra, siéntate. Regresa a Univisión” y esa frase junto a la imagen de los escoltas del presidente expulsándolo de la sala de prensa, dieron la vuelta al mundo dejando a pocos indiferentes.

Jorge Ramos considera que “La labor del periodista no es solo reportar la realidad, sino ser crítico y cuestionar a los poderosos” porque en EE. UU. persiste un grave problema de racismo y discriminación hacia etnias minoritarias como los latinos y la gente de color o los asiáticos.

Para Ramos, Donald Trump es solo un síntoma de lo que está ocurriendo en los EEUU y lo que está ocurriendo según él, es una reacción extremista y racista ante los acelerados cambios demográficos y la manera en la que aquel país se está transformando. Así, muchos que en público no pasarían por “trumpistas”, cree que volverán a votar al último presidente que intentó mantener vigente el privilegio de los blancos, porque la diversidad étnica les aterra, el hecho de que su gran rancho se convierta en un país de no blancos no lo soportan y en Trump creen hallar su última esperanza.

Ramos nos está hablando de supremacismo una etiqueta que puede resultar sencilla de aplicar en su caso pero buscando paralelismos con el nuestro, siento que el resurgimiento de posturas extremistas, nostálgicas y reaccionarias como las de Vox que hace un par de años no eran fáciles de prever, tienen una explicación similar. En nuestro caso Vox no se alimenta solo o principalmente de un problema racial o inmigratorio como ocurre en EEUU, sino de varios que engloban nostalgias del pasado como el puñado de franquistas aún vivos o sus descendientes y antinacionalistas catalanes y vascos

Pero además, una parte de la sociedad ha observado atónita como el patriarcado se derrumbaba como un castillo de naipes. Aquella machirula y sucia frase de mis mayores cuando yo era un niño, “el marido de fulana, dejó los pantalones colgados detrás de la puerta por la noche y la mujer se los puso por la mañana”, parecía estarse haciendo realidad y, de pronto se percataron de no poder dar una bofetada a la mujer o silenciarla porque se encontraban ante un ser con los mismos derechos que ellos. Su condición de macho dominante debía compartir espacio con otras entidades de género representadas por el colectivo LGTB; los toros y la caza se hallaban frente a las cuerdas como consecuencia del avance de asociaciones animalistas y la inmigración parecía imposible de detener. Pero, de pronto, un partido de ineptos poco formados, culturalmente hablando, saltan a la cancha política inundando las redes sociales, con mensajes antifeministas, en defensa de los taurinos, los cazadores, los machirulos y en contra de la inmigración y como en el caso de EE. UU. pocos defienden en público que representen su opción política, pero cuando se encuentran ante las urnas, introducen su papeleta en el sobre y en ese acto palían su sed de revancha.

No obstante por fortuna, seguimos esperando que en las próximas elecciones Vox se convierta en un partido residual, lo mismo que nos continúa sorprendiendo que un poli blanco mate a un negro aunque como afirma en su columna del domingo José Millas, eso no sea para nada excepcional y es que también creo que solo me queda el libre pensamiento y la palabra como arma ante esa locura colectiva que impide a los hombres entenderse y adaptarse ante una nueva era que ya es inevitable e imparable.

MAGIA

Yo también tuve 20 años y por aquel entonces las comunicaciones interpersonales mayormente se realizaban a viva voz, no había móviles y la mayoría de hogares carecía de teléfono fijo. Con frecuencia acudíamos a cabinas telefónicas públicas, bares o la tienda de ultramarinos del pueblo como únicos medios posibles para transmitir nuestros deseos, peticiones o simplemente para citarnos. En las grandes ciudades quizá era un poco más fácil pero no tanto.

Hoy una especie de éter transporta nuestra palabra, las imágenes que proyectamos, incluso los sentimientos envueltos en parábolas o metáforas. Lo hemos denominado internet y pronto dispondrá de una red 5G que intercomunicará a los humanos de manera universal pero para mí, que viví aquella otra vida de la que hablaba, es magia y me explicaré con un ejemplo.

A punto de cumplir setenta años, un jueves de hace no tanto, me enteré de que tenía que editar vídeos para subir a Youtube y no sabía ni por donde empezar. Esa misma tarde estaba viendo un vídeo de Javier Telletxea, un navarro casado con una chica china que reside en la provincia de Wuhan y se gana la vida enseñando español y grabando vídeos que monetiza a través de YouTube.

Tuve el impulso de preguntarle y lo hice, aunque es algo que no acostumbro, inserté un comentario en el vídeo: Javier, tengo que editar vídeos y no tengo ni idea ¿Me podrías orientar un poco? Me doy cuenta de que lo haces todo desde casa, ¿cómo te arreglas? Javier y su novia china vivían esos días confinados como tantos otros ciudadanos de aquella provincia.

Me respondió enseguida y con una concreción y claridad que me asombró. Pues verás me dijo, existe una empresa estadounidense afincada en Fremont (California) que dispone de un editor profesional de vídeo, pero también distribuyen de manera gratuita una versión que además está traducida al español y es totalmente operativa. Después, un tal Pedro Terrero que vive Madrid y se dedica a la edición de video profesional, te enseñará a manejarlo por muy poco dinero, y si no puedes o no quieres pagar, dispones de otros muchos videotutoriales en internet totalmente gratis con los que seguro te arreglarás, así que miedo ninguno, ponte a ello que no tendrás problemas y suerte.

Además de que no sabía como agradecer el favor que me hacía alguien al que no conozco y con el que probablemente jamas tenga la oportunidad de hablar, no salía de mi asombro ante lo que me parecía pura magia, pues al viernes siguiente, es decir, 8 días más tarde, lograba subir mi primer vídeo a internet después de haberlo editado, dado formato y puesto sonido de fondo, y todo ello gracias a un chico que vivía en china, una empresa de EEUU y un paisano de Madrid sin ninguna conexión entre los tres, ni relación de negocio, amistad, ni nada parecido, unos perfectos desconocidos y si esto se lo hubieran contado a aquel que fui yo, se hubiera partido la quijada a reír.

A pesar de lo dicho esta magia tiene su lado oscuro cuya observación me devuelve otra vez al pasado pues en mi juventud las redes de apoyo tenían gran relevancia. El vecino con el que quedabas para poder volver a casa acompañada de la fiesta si lo hacías tarde, la vecina que cubría tus necesidades cuando te ausentabas, el cartero que ubicaba perfectamente tu red de amistades, el tendero que te daba crédito cuando no llegabas a fin de mes o la maestra que te escribía aquella carta dirigida a una institución y que ahora sustituyes por una herramienta de tu ordenador o una búsqueda en Google.

Marc Dunkelman, experto en Asuntos Públicos de la Universidad de Brown, en su libro «La transformación de la Comunidad Americana» afirma que en los últimos 50 años hemos cultivado los extremos (seguimos en contacto con amigos y familiares y tendemos puentes con desconocidos por Internet), pero hemos condenado al ostracismo a todos los de la zona intermedia, donde se encuentran el vecino de la puerta de al lado o el tendero de la esquina. Al primero, ni le ponemos cara, nos molesta. Y el segundo habla demasiado, preferíamos ir al supermercado, donde apenas tienes que mirar al cajero y la comida viene en cajas de plástico pero todo eso colabora a tu aislamiento, sentimiento de soledad y frustración.

Por otra parte, los efímeros e-mails, mensajes de texto, WhatsApp, tuits han sustituido a las cartas que eran notario de nuestros sentimientos y cuyo hallazgo ha dado lugar a hermosos libros de base epistolar. Y en nuestra mano está conseguir que las transformaciones que creamos para facilitar nuestra vida, no perjudiquen ni deterioren nuestros comportamientos.

GERONTOFOBIA

El término gerontofobia algunos también denominan gerascofobia, nació para describir el miedo de los humanos a envejecer, una reacción irracional que se puede convertir en una obsesión patológica al intentar mantener a toda costa un aspecto y actitud que se asocia con la belleza y el éxito ante los demás aunque es un hecho que cada día nuestras expectativas de vida aumentan y por lo tanto nuestro deterioro es cada vez más evidente a pesar de nuestros esfuerzos por ocultarlo.

Pero acaso el efecto más pernicioso es, su deriva hacia el edadismo o la estereotipificación y discriminación hacia las personas o colectivos por motivo de edad. Esto siempre ha estado fuera del debate y sin embargo, ahora más que nunca necesitamos una reflexión, hacer pedagogía y tratar de quitar el peso excesivo que tienen tanto la juventud como la vejez, la primera sobrevalorada en la mayoría de sus aspectos y la segunda infravalorada en exceso.

La primera consecuencia negativa de esto ha sido la beatificación de las residencias para la tercera edad, esos lugares asépticos y organizados a los que se va cuando no queda más remedio y sin vuelta atrás o lo que es lo mismo, con el objetivo único de esperar la llegada del último día. Espacios dirigidos y manejados por personal joven, sin formación suficiente en el tratamiento hacia las personas a las que atienden e insuficientemente pagados porque los políticos y la sociedad en general se ha encontrado desbordada por el fenómeno de la gerontología.

Como suele ocurrir en situaciones extremas este fenómeno ha alcanzado vigencia durante la pandemia en forma de número de muertos por mala asistencia, por falta de prevención pero sobre todo por la creencia de que los ancianos somos un grupo que supone mucho costo y no produce nada y cuyo valor añadido como la experiencia, la cordura o la cultura social, no ha ganado peso suficiente por lo que no se tiene en cuenta.

El primer intento de los políticos tanto de Madrid como de Barcelona para ocultar la situación en los geriátricos fue dejar de informar con claridad, crear confusión pues mientras por un lado se avergonzaban del triaje impuesto por el otro lo consideraban absolutamente necesario y así, la presidenta de la comunidad madrileña, Sra. Ayuso llegó a decir en sede parlamentaria que no deberíamos hacer de la anécdota categoría.

Pero los políticos no son marcianos que llegaron de otro planeta para arreglar nuestra vida, los políticos son otro subproducto social, son los individuos mediante los que la sociedad excreta sus carencias y derivas o como tal lo veo yo. Por eso y por que considero más necesaria que nunca la claridad y el debate, me gustaría recordar las palabras de Margaret Atwood, autora de “El cuento de la criada”: La democracia cada día está más amenazada, ya que nada como una crisis para permitir que un régimen autoritario arroje por la borda los derechos civiles, las libertades democráticas y los derechos humanos. Parte de esa táctica consiste en el siempre popular movimiento hacia el apagón totalitario de la información y el debate. Es imprescindible que las vías de comunicación se mantengan abiertas e independientes.

SUBNORMALIDAD

Pedro Sánchez no sabía o no supo explicar cuando lo anunció, en qué consistía la “nueva normalidad” y aunque yo presentía que sería una nueva forma de subnormalidad, muchos intuyeron que se refería a un mañana más justo e igualitario en el que los hombres tenderíamos al entendimiento.

El episodio de fuerte confinamiento ha terminado para dar paso al de la subnormalidad esa a la que me refería y a la que no estoy seguro de acostumbrarme, porque como se puede uno acostumbrar a esa sensación de que no estás protegido, de que no hay nada que te haga resistente, inmune a los miles de peligros que nos acechan en el futuro después de haber orillado que no superado éste.

El Covid-19 mata menos que el MERS o el SARS que lo precedieron, pero se propaga endiabladamente más rápido y sigilosamente que aquellos y quizá el nuevo virus que nos visite sea una mezcla de ambos o se contagie también a través del agua y entonces ni el lavado de manos nos protegerá.

Como se puede uno acostumbrar a la permanente duda, a desconocer si es o no asintomático y si acaso va por la vida contagiando a los demás, ser consciente de que cada beso en la mejilla dado a una amiga se puede convertir de rebote, en el beso de la muerte para su anciana madre.

Creo que todos sabemos que hay que volcarse en la investigación y el gasto público para reforzar la sanidad pero también estoy convencido de que no lo haremos. Coincido con expertos y analistas en señalar que, a pesar de que habrá un antes y un después de la pandemia, el virus no será el agente revolucionario que reseteará el antiguo orden. Creo más bien, que acelerará en una rara espiral de regreso al pasado los movimientos que ya estaban latentes de nacionalismo y provincianismo.

Además, me resulta altamente preocupante tal como manifiesta Solana, la ausencia de políticos de altura, con formación e inteligencia para administrar toda esta maraña. Como decía la periodista alemana Carolin Emcke en una de sus últimas crónicas, nada aterra tanto como quienes protestan en tiempos de pandemia, empeñados en verse a sí mismos como víctimas, defraudados por una verdad cuyas condiciones no les interesan lo más mínimo, privados de la libertad que no reconocen cuando se les concede, sintiendo cercenados unos derechos que quieren negar a los demás.

El historiador británico Timothy Garton Ash, cree que se desencadenará una nueva guerra fría, en esta ocasión entre China y EE. UU. y no sé si eso me tranquiliza más o menos porque cuando terminó la que se dio tras la segunda guerra mundial, entre EE. UU. y la URSS, algunos pensamos que la cosa no fue mejor porque ya no podríamos ni siquiera culpar a aquella guerra fría de nuestros males.

Solo encuentro consuelo en esa lucha denodada que mantuvieron y mantienen todos los profesionales de la salud, desde las limpiadoras o enfermeras de menor rango hasta profesionales y autoridades en epidemiología y neumología, pasando por cirujanos de plástica, rehabilitadores, cardiólogos, endocrinos o personal voluntario de cualquier área enfrentándose a una enfermedad casi desconocida, pero sabedores de poder ser contagiados, poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias, porque la muerte puede no ser otra cosa que una circunstancia más de la vida que también lo representa todo.