Nunca sabes con quien te vas a encontrar cuando doblas una esquina porque los caminos se cruzan separados por las capas del tiempo y de ahí que sea tan difícil que dos personas coincidan aunque a lo largo de su vida doblen a menudo la misma esquina.
En esto pensaba cuando leía en el “Pais semanal” la entrevista que le hacen a Belén Rueda, la mujer cuyo proyecto de vida pasaba inicialmente por sus deseos de convertirse en bailarina o arquitecta y que terminó ganando un Goya como “Mejor actriz revelación” por la película de Alejandro Amenábar “Mar adentro” porque ya sabemos que la vida nunca nos lleva al lugar donde esperábamos terminar o haciéndolo nos puede conducir por retorcidos e inesperados caminos.
Por esas casualidades del destino, sin que nada tuviéramos en común salvo una vida basada en muchas dificultades, conocí a Belén Rueda y me pareció una mujer amable y cariñosa pero distante a la vez y desde luego, a pesar de su juventud, porque cuando esto ocurrió no creo hubiera cumplido la treintena de edad, me pareció insegura y mucho menos atractiva que hoy. Recuerdo que se estaba tratando una erupción cutánea similar a los vestigios que suele dejar un exceso de granos mal tratados en la pubertad.
Fue a principio de los ochenta en la nave que un fotógrafo utilizaba como plató para la realización de fotografía publicitaria profesional en Medina del Campo. Por aquel entonces yo vendía sillas de oficina para una fábrica radicada en Euskadi y nos estaba fotografiando los distintos modelos para integrar en el catálogo que se utilizaría como herramienta de trabajo para la introducción de la marca en la capital de España, y a ella el mismo fotógrafo y en el mismo plató le estaba preparando un book fotográfico cuando intentaba fraguarse un futuro en la televisión. Me pareció hermosa y redonda, con pocas aristas quiero decir pero fue algo muy superficial porque no la volví a ver hasta que apareció como presentadora en un programa televisivo y no recuerdo en cual.



