Quien desde el “Salón de los pasos perdidos” del Congreso de los Diputados contempla postrado como desfilan ante él aquellos que lo quisieron, los que lo odiaron pero tienen que cumplir con lo protocolario, los que desde sus propias filas lo envidiaron pero también los que supieron admirar a un político, quizá ejemplar único, capaz de irse de la política sin acceder al mecanismo de las puertas giratorias; fue el que dijo la frase “los españoles enterramos muy bien a nuestros muertos” y con su velatorio viene a demostrar que también tenía razón cuando lo afirmaba.
Creo que fue uno de los pocos políticos que se alejaron del cortoplacismo, me gusta pensar que tomó medidas de futuro quizá porque se alejó de la recompensa fácil en la que cayeron tantos en su propio partido.
Es una gran pérdida porque nuestro país es deficitario en sinceridad y honradez. Los españoles perdonamos con facilidad nuestras propias mentiras en tanto que magnificamos las de los otros pero además hay dos aspectos en los cuales hemos normalizado la falsedad. En la publicidad y en la política. Si no fuera así, no se entendería, por ejemplo, que la empresa de venta de productos on-line Universo Tao lleve tantos años utilizando durante el transcurso del programa “A vivir que son dos días” de la Cadena Ser, la misma cuña para promocionar la venta del cojín Conforgel en la que asegura que ese día es el último en el que el producto se puede adquirir. Es evidente que el mensaje a pesar de falso sigue siendo útil porque de otro modo lo habrían dejado de utilizar.
En las campañas políticas, pasa algo similar ya que se siguen editando los programas para que nadie los lea y mucho menos se lo crea. Durante la campaña política la frase más utilizada por los ciudadanos es “solo dicen mentiras que saben no van a cumplir”. Y si es así, por qué nada cambia, por qué tanto los publicistas como los políticos siguen haciendo lo de siempre, ¿donde está el truco?