ESTAR PREPARADOS

Que el fútbol se ha convertido en una religión con la que no cave trato alguno lo demuestra una vez más el hecho de que la gente no abra un frente común ante lo que me parece más aberrante que se haya producido desde que se inició la pandemia porque inaudito es que se estén haciendo test masivos a los futbolistas mientras miles de sanitarios y asintomáticos hacen cola para ello sin éxito desde el inicio de la crisis.

¿Qué se pretende con esto y donde está el mando único derivado del estado de emergencia? o ¿es que para esto no cuenta porque los deportistas de élite siguen siendo semidioses en un olimpo que se desmorona delante de nuestras narices? Me niego a aceptarlo y me niego a entenderlo solo considero la posibilidad de rechazarlo aunque el resto del mundo pase de mí.

España es un país mayormente poblado por gente cuya compresión lectora se encuentra bajo mínimos y sin embargo todos parecen ingenieros de todo, todos saben lo que hay que hacer con el fútbol pero también con la confinación, des confinación y lo que sea. En este país llamado España todo el mundo quiere mandar pero prefiere hacerlo desde la oposición para insultar y desacreditar mejor y a placer como se pudo comprobar ayer en sesión parlamentaria.

Por otra parte, desde Estados Unidos uno de los países que como el nuestro sufre las mayores contradicciones y que más duramente está siendo sacudido por la pandemia, nos llegan noticias sobre las «fiestas coronavirus«, quedadas para contagiarse premeditadamente buscando la inmunidad universal por cojones.

Pero también desde aquel país y firmado por el doctor Tom Frieden, uno de los más reputados de Estados Unidos, nos llegan importantes advertencias como que esto solo es el comienzo de un problema que durará más de dos años en cuyo periodo viviremos momentos mucho peores y más difíciles o también sobre el equilibrio económico, entendiendo que hay que conjugar el hecho de reiniciar la actividad laboral con frenar al virus, por lo que hay que tener un equilibrio lógico con ambos conceptos: ni demasiado confinamiento, ni demasiada apertura económica. Y mientras tanto aquí, los políticos se matan unos a otros en defensa de sus propios egos.

EL EUFEMISMO Y EL CAOS

Define la RAE el eufemismo como una manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante; aunque para mí se trata, simple y llanamente, un modo de disfrazar la mentira o la verdad, según se mire, para que la ciudadanía no se entere muy bien de qué va la vaina, porque ¿Cómo se puede explicar si no es así, que en los dos últimos meses nos hayamos topado con tanta terminología nueva o en desuso? Y además ¿por qué en gran parte, son términos eufemísticos?

Con el término “nueva normalidad” el ejecutivo central nos amenaza o advierte sobre un futuro incierto al que deberemos adaptarnos.

A lo mejor en lo sucesivo nos deberemos acostumbrar a denominar “conviviente” a la persona que comparte su techo con nosotros y a ese techo lo deberemos denominar “techo convivencial” con lo que pronto nuestra pareja nos advertirá, cuidadín que eso no lo puedes hacer bajo este “techo convivencial” y deberemos estar al lodo de lo que nos cuenta.

Hemos utilizado también aliteraciones como “techo terapéutico” para esconder la cruda realidad del triaje o criba de mayores rotos y sin arreglo.

Cuando a partir de ahora escuchemos la palabra dato, dudaremos porque hasta ahora los datos eran una cifra invariable, estática que indicaba un marcador o un marco por el que regirnos pero ahora sabemos que “datos dinámicos” son aquellos que por causa de la evolución de la pandemia varían cada poco.

A partir de ahora será más notorio ser “asertivo” que amable como siempre fue.

Se me pasa por la cabeza que todo esto en conjunto obedece a otro eufemismo, la “necesidad de controlar el caos” en el que seguramente estamos inmersos y que percibimos de manera poco consciente, pero también para que la población se deje controlar sin rechistar.

Decía ayer el filósofo Fernando Sabater en una entrevista refiriéndose a todo el paquete de restricciones que los ciudadanos sufrimos que “habría que ver hasta qué punto es una obligación cívica obedecer ciegamente y recordaba a las autoridades que la libertad no puede limitarse en exceso”.

Pero también creo que todo esto responde al postureo político de la comunicación. Seguramente si hubieran hablado más los técnicos y profesionales de la sanidad y menos los políticos no sentiría yo esta sensación de inseguridad lingüística y física, porque lo peor de despertarse en estos días es hacerlo con noticias que te confunden más de lo que ya estás.

Resulta que hasta ayer, lo más importante eran los “test masivos”, los que detectan si has sido contagiado o los que dicen que ya estás inmunizado, uno de ellos o los dos pero a partir de hoy, lo fundamental es el “rastreo masivo cosa que todavía no sé muy bien en qué consiste pero seguramente averiguaré porque no tengo otro empeño en el horizonte inmediato, para librarme de la presión de esta “zoonosis” otro término técnico que estamos vulgarizando o normalizando que más o menos se refiere a cualquier enfermedad infecciosa que se transmite de forma natural de los animales (en su mayoría vertebrados) al ser humano o viceversa.

OPTIMISMO

Después del medio centenar de días encerrado en casa, es lo que debería sentir una vez decretada la desescalada, pero lo que siento es miedo, miedo por todo lo que presiento, empezando por una pelea barriobajera entre los políticos lucha de zancadillas y patadas en los testículos más que de propuestas para buscar soluciones imaginarias y colaboración en pos de paliar una ruina económica sin precedentes que se nos viene encima.

Los nacionalistas que apoyaron a Sánchez en la investidura, se distancian ahora cuando más necesita el país su apoyo y el PP, principal partido en la oposición, tan ambicioso de poder como vacío de iniciativas y propuestas, amenaza con retirar su apoyo al mando único.

Ya se reconoce que alcanzaremos una caída del PIB del 9,2% y también que la deuda está alcanzando una cifra impagable en un estado precario de lanzamiento económico sometido a la nueva normalidad anunciada desde el ejecutivo y no olvidar que la prima de riesgo está sostenida únicamente por las pinzas del último y tambaleante acuerdo de la Comunidad Europea. Sin embargo, a pesar de lo dicho, un partido que aspira a gobernar algún día como es el Partido Popular, está más obsesionado por alcanzar ese poder que por adoptar medidas que nos saquen del desastre en el que nos estamos sumiendo. Espero que en las próximas elecciones los ciudadanos lo tengan en cuenta.

Pero ademas miedo físico pues durante todo el tiempo que me he mantenido encerrado carecía de temor a ser contagiado pero a partir de ahora la incertidumbre se ciñe sobre mí viendo las imprecisiones y ambigüedades en el desescalamiento programado que más parece obedecer a las presiones de los grupos mediáticos y sociales que dibujado para el bien de la ciudadanía y sobre todo por un futuro que desde la presidencia se ha dado en llamar la «NUEVA NORMALIDAD» lo que en sí mismo es ya una anormalidad, quizá se hubieran entendido mejor las palabras palabro «neo normalidad», pero nuestro presidente parece estar sometido a la lógica «grouchiana» de estas son mis propuestas para hoy pero si no les gusta, tengo otras.

Y también miedo ante la carencia de humanidad en el tratamiento de la información, por ejemplo «hoy fallecieron un porrillo de ellos pero estamos satisfechos porque fueron algunos menos que ayer» y los números, tanto da como se traten, de manera estadística, porcentual o absoluta, infieren un caracter deshumanizante, persiguiendo voluntariamente o no que olvidemos que cada uno de esos fallecidos era una madre, padre, hermano, abuela o hijo y vivía en un vecindario al que no volverá y no un elemento que forma parte de una cifra utilizada en la disputa política.

Según las directrices de ayer, los niños podrán salir a la calle pero no visitar a sus abuelos y acaso cuando lo puedan hacer estos ya formen parte de los números deshumanizados. Los hijos podrán visitarlos pero si lo hacen y los contagian se sentirán culpables, homicidas involuntarios de sus propios progenitores.

En esas estoy mientras escribo convencido de que mejor hubiera sido dejarnos confinados hasta que se hayan hecho pruebas masivas a la población.

Debo estar sufriendo el «Síndrome de la cabaña» lo que parece influir en mis periodos de sueño ya de por sí exiguos, aunque espero seguir resistiéndome a la medicación y continuar relatando mis estados de ánimo en tanto dure la pandemia.