Ingreso mínimo vital Vs. Renta básica universal

Joaquín Bosch, magistrado y portavoz de Jueces para la Democracia insertaba recientemente este tweet: El Ingreso Mínimo Vital es un gran avance para los derechos sociales. La igualdad de oportunidades solo puede existir si todas las personas tienen cubiertas sus necesidades básicas. Es algo que no quieren entender ni aceptar algunos que ya nacieron con toda clase de privilegios.

Mal vamos si reducimos el debate a la vieja lucha de clases en lugar de plantearlo como una respuesta inteligente ante los resultados que está provocando la nueva revolución industrial, cuyos efectos estamos ya sufriendo y de la que comenzamos a oír hablar a los economistas allá por el año 2011 pero que, como es habitual entre los humanos, nos negamos a admitir dada nuestra tendencia de solo ver lo que tenemos delante de nuestras propias narices y ahora lo que tenemos es la pandemia, esa infección china para algunos, venganza de la naturaleza para otros y castigo del divino para los más ciegos.

Sin embargo aquellos que hemos tenido o tenemos inquietudes sobre los retorcimientos de la economía global en un mundo mayoritariamente regido por el libre mercado, pensamos que la pandemia solo es un activador del incendio Industria 4.0 término acuñado por vez primera en el año 2016 por Klaus Martin Schwab, economista fundador del Foro Económico Mundial para referirse a la cuarta revolución industrial a la que hacía referencia anteriormente.

El ingreso mínimo vital aprobado por el consejo de ministros, aunque tenga carácter permanente y por lo tanto entre a formar parte de las prestaciones básicas del Estado de bienestar no es alternativa a la Renta Básica Universal que debe ser con mucho, la herramienta absolutamente necesaria para paliar los efectos que en el futuro sufriremos por la situación a la que hacía referencia Klaus Schwab, a pesar de que tanto el Presidente como el Vicepresidente del nuestro gobierno lo quieran presentar como un éxito de la izquierda.

Más de una vez he afirmado que la Renta básica universal, solo tendrá éxito si es abordada por un gobierno de derechas o cuanto menos una coalición de partidos de la que no se sientan excluidos y por lo tanto, todos juntos se puedan poner de acuerdo con los agentes sociales tras un debate que a buen seguro será arduo, pero tras el cual puedan llegar a la conclusión de que, para aquellos ciudadanos que no consigan trabajar como consecuencia de la robotización de la mano de obra, la inteligencia artificial y la automatización de sistemas, no cabe otra alternativa.

En otros momentos de nuestra historía económica, la solución partió de una industrialización que dio de comer a la mano de obra básica como alternativa a la economía rural que lentamente abandonó sus limitados feudos para reunirse en urbes al rededor de los focos productivos que insistentemente demandaban mano de obra, pero esa mano de obra está desapareciendo en alas de la digitalización del sistema productivo que proporciona el hecho de que un robot en el montaje de una fábrica, sustituya a una docena de hombres y también al uso de los sistemas informáticos avanzados que están dejando vacías las oficinas, los bancos y pronto los propios edificios oficiales, pues la burocracia pronto será sustituida por la aldea web.

Nissan no se va de España porque nos tenga manía, ni porque esté procurando más prebendas o subvenciones como algunos apuntan. Llegó a nuestro país por interés estratégico en un mercado del automóvil aún en expansión y se va para economizar gastos, replegar fuerzas, concentrar su potencial industrial para el que ya no necesita obreros rasos sino dar cabida a una élite de ingenieros y técnicos capaces de manejar las maquinas inteligentes que producirán lo mismo o más por mucho menos dinero.

El Estado francés anuncia un crédito multimillonario para salvar a Renault pero a sabiendas, no me cabe la menor duda de ello, que se trata de «pan para hoy y hambre para mañana» por lo que entiendo obedece más a una inercia electoralista secuestrada por el nacional y chovinista patriotismo francés.

Y no hablemos de la llegada de los vehículos eléctricos sin conductor amparados por el paraguas de la 5G que propiciarán un aire mucho más puro y una naturaleza más sana pero para millones de ciudadanos en permanente paro procedentes de todos los actuales estratos laborales y otros que dejarán sectores como los taxis, el transporte intercomunitario y el reparto domiciliario. Malos tiempos para una lírica con pocas alternativas en la que la reindustrialización no tiene cabida porque para ello se tenían que haber dado otras circunstancias que no se dieron como impulsar la tradición empresarial e invertir en I-D cosa que nunca se ha hecho en nuestro país, más preocupado por el turismo y los servicios.

CORONAPARANOIA

Se trata de un tipo de coronafobia o miedo a contraer el virus, dicen los psicólogos que intentan sumergirse en el mundo de nuestras actitudes, cuando observan a personas que, obsesionadas con el virus, dejan las actividades cotidianas aunque sean seguras y se entregan a la limpieza compulsiva o incrementan su higiene personal de lavado de manos, duchas y fricción con alcohol hasta el punto de provocar cuadros alérgicos paralelos y deterioros cutáneos.

Otros armados de pulverizadores cargados con mezclas varias de lejía y agua u otros viricidas adquiridos en establecimientos especializados, se entregan a una guerra sin cuartel contra las superficies, utensilios y objetos susceptibles de haber sido manoseados aunque solo quepa la posibilidad de que hayamos sido nosotros los que únicamente lo hayamos podido hacer, como los picaportes de las puertas de nuestras viviendas. Como también hay quien en su particular paranoia, disfraza su mascota intentando evitar que el pobre animal pueda transportar a cuestas el maldito virus hasta nuestra casa.

Ayer, por primera vez, visité el centro comercial, teníamos que devolver una prenda adquirida por internet y decidimos que al tiempo, podríamos llevar a cabo la compra de alimentos para la semana, engullir una hipercalórica hamburguesa y degustar un café más que nada por captar una pulsión exterior que antes era cotidiana y ahora parece inalcanzable.

Me sumo a la coronoparanoia del encabezado porque no encuentro otra manera mejor de describir las sensaciones. Inconscientemente uno tiene asumido que se va a encontrar una cola inmensa en el Burguer o tener que robar mesa a codazos y la carencia de todo ese exceso produce cuanto menos un desasosiego inicial. Sin embargo, poco después pensaba que a lo mejor, al empresario, de esta nueva normalidad, más despacio y sin agobios, le pueden ir saliendo los números porque mientras que normalmente están trabajando por turno más de 14 personas, había solo tres y no estaban apuradas por lo que no me conseguí quitar de la cabeza que los 9 operarios restantes, si esta situación se eterniza lo que parece probable, pasarán a engrosar las listas de un paro cuya cifra no tendrá parangón en el futuro próximo.

PRENSA o REDES

El primer intento serio de cobrar la prensa digital lo protagonizó Pedro J. Ramirez con la cabecera EL ESPAÑOL del que es fundador y actual director y que impulsó cuando abandonara El Mundo. Desde el principio, también hizo intentos serios y me da la impresión de que no lo está consiguiendo porque se sigue emitiendo en abierto, elDiario.es, apelando, como Pedro J. a las excelencias de poner a disposición del lector una información libre, honesta, cotejada y neutral. Los demás han ido aguantando mal que bien por miedo a dar un salto al vacío de la proliferación digital pero la pandemia, el confinamiento y el protagonismo adquirido por las redes sociales para difundir información, buena, mala y regular, creo que está provocando en parte, que la prensa que aún goza de reconocimiento intente dar el paso definitivo.

De esta manera, El Pais que aún mantenía gratis su versión para móviles y escritorio, a partir de ahora, como en el caso de El Español, tendrá limitada la visión a un número determinado de artículos al mes y El Confidencial anuncia lo propio. Sin embargo, aún son muchas las fuentes de información en abierto que tenemos a nuestra disposición como El Mundo, Estrella Digital, Politikon, VozPopuli, PrNoticias, Republica u OkDiario entre otros. Algunas cabeceras se remontan a la prehistoria digital como Estrella Digital y detrás de otras se encuentran periodistas interesantes como Pablo Sebastián que fue fundador de Estrella Digital y que actualmente dirige República y otros no tan interesantes como el advenedizo Eduardo Inda a la sazón ex-comentarista deportivo, mandamás en Marca, tertuliano polémico de sesgo ultra liberal, así como fundador y actual director de OkDiario del que guardo siempre una distancia para evitar contaminarme, pues pretendo seguir manteniendo mi conciencia intacta.

No creo que seamos muy diferentes a otros europeos pero si que la cultura o incultura y la tradición marcan algunas diferencias. Me da la impresión de que leemos más bien muy poco, siempre hemos sido mucho de titular y además de leer por sesgos ideológicos, también lo hacemos por manías o costumbre solo de esa manera se puede entender que haya cabeceras tan vendidas (no sé si leídas) como El Alerta de Santader o La Nueva España de Oviedo mientras que otros de mayor calidad o están desapareciendo o no levantan cabeza.

En otros países como Italia, las provincias mantienen una cabecera o más de una pero además, los partidos políticos disponen de su propio periódico y también corporaciones y equipos deportivos de lo que deduzco que se lee más o quizá no.

RUN

De siete episodios de 30 minutos cada uno, tres horas y media de filmación total, se compone esta deliciosa miniserie dirigida por Vicky Jones siguiendo su propio guion. Vicky Jones firmó igualmente el guion de la serie Killing Eve, cuya tercera temporada también ha llegado ahora a HBO.

La miniserie está producida por Phoebe Waller-Bridge, actriz, directora y guionista de «Fleabag» serie en la que tuve la oportunidad de enamorarme de esta enorme mujer a la que ya venía siguiendo y que en RUN se ha reservado un cameo a lo Hitchcock con un pequeñísimo papel a través del cual se puede apreciar, no obstante, su ingenio y sentido del humor.

Sobre RUN (corre) no se me ocurre nada que añadir salvo recomendarla porque es deliciosa y porque nada se puede comentar sin caer en spoiler. He leído cosas por ahí que la clasifican como comedia romántica, thriller romántico, pero RUN es inclasificable. Si me viera obligado a hacerlo diría que efectivamente es un thriller porque no falta, delito, intriga, pesquisa, juego moral, intencionalidad y policía, si bien una policía muy especial. Y les aseguro que la SINOPSIS no dice nada porque habla de una mujer que intenta alejarse de una vida monótona y reducirlo a eso es no decir nada ni hacer justicia a lo que el espectador puede disfrutar con esta pareja. Solo me cabe añadir que se trata de la mejor serie del momento y que lo será por mucho tiempo porque difícilmente aparecerá este año algo tan ingenioso, atrayente y divertido como Run

La actriz protagonista Merrit Wever había pasado desapercibida para mí, pero a partir de ahora ha ganado todo mi reconocimiento por su excelente trabajo. Mantiene además una buena química con su coprotagonista Domhnall Gleeson con el que suma en todo momento para llenar la escena de movimiento, gesticulación y diálogos ágiles y conseguir crear una historia difícil de olvidar. Todos los episodios están ya disponibles en HBO



Cuenta con 6 puntos en Filmaffinity sobre 210 votos y una SINOPSIS que dice lo siguiente:

7 episodios. Ruby Richardson (Merritt Wever) vive una vida monótona hasta que un día recibe un mensaje de texto de Bill Johnson (Domhnall Gleeson) su exnovio de la adolescencia en el que la invita a cumplir el pacto que hicieron entonces: abandonarlo todo y escapar juntos.

SOUNDTRACK en Spotify: TRAILER OFICIAL

Fundamentalismo de la moderación

En «Los pobres«, uno de los «Articuentos escogidos«, nos dice el autor con su acostumbrado ingenio que el 80 por ciento de la población mundial está constituida por pobres que no vemos, aunque ellos viven con la boca abierta, como bacterias, esperando que les caiga algo de nuestros cubos de basura, y cada vez que realizamos un gesto cotidiano, como el de firmar un tratado de libre comercio o solicitar un préstamo a bajo interés, miles de ellos perecen ahogados en la tinta de la pluma. A veces, desde los pelos de una alfombra fabricada en la India o desde el corazón de la selva Lacandona, nos llega un alarido que el fundamentalismo de la moderación no nos deja escuchar.

Y quería destacar ese fundamentalismo de la moderación, porque en uso de él, se suele ensalzar vehementemente las donaciones de los grandes magnates sin señalar las fuentes de sus fortunas o la mecánica de sus impuestos y en esa especie de metamorfosis que vive el periodismo, navegando desde la objetividad hacia lo socialmente correcto, hay todo un mundo en el que no encuentro sosiego.

El racismo y el darwinismo social están tan sumamente arraigados que al principio todos asumieron equivocadamente que la covid-19 era mortal solo para los ancianos y bajaron la guardia.

El catedrático Nil Santiáñez, autor de libro «Del mal y sus signaturas» nos recomienda echemos una mirada ética que no estética, al mal contemporáneo: “Hacinar a trabajadores en una fábrica, pagar sueldos infames, imponer políticas económicas que hunden a países enteros, desplegar medidas que aumentan las desigualdades económicas o contaminar el medio ambiente, son actos desaprensivos y moralmente injustos que perjudican de manera escandalosa el bienestar y la salud de las personas, el futuro de las nuevas generaciones y la vida del planeta en general”. Porque mirar de frente al mal con una mirada estética como lo hiciera, por ejemplo Capote, cuando escribió A sangre fría puede ser peligroso.

El Gobierno, sucumbiendo a la corriente chino-coreana, elige Canarias para poner en marcha una app para móvil de rastreo de contagios por el coronavirus. Los políticos son sordos y medio ciegos y no escucharán a Cathy O’Neil, una científica de datos y matemática que define los algoritmos como «armas de destrucción masiva» por cumplir tres requisitos, ser opacos, dañinos para una buena parte de la población y actuar a gran escala; pero además, al estar presentes en multitud de sectores, suelen enriquecer a los ricos y empobrecer más a los pobres aumentando con ello las desigualdades.

Por lo tanto, pensar que una app pueda controlar una pandemia como la que sufrimos es tan absurdo como creer que los algoritmos puedan solucionar la vida a nadie, sobre todo porque la aplicación depende de Bluetooth y esa tecnología solo la tienen los smartphones, lo que significa que los más vulnerables como presidiarios, gente mayor o los sin techo, quedarán fuera de su control.

El filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han, cree que la violencia que el ser humano ejerce contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza y por ello después del Covid-19 vendrán otros reveses.

Cuando me pregunto si no puede haber algo de eso, leo una entrevista al cineasta japonés Hirokazu Kore-eda, confinado en su país natal en la que dice: ¿Y si el ser humano es el virus del planeta Tierra?¿Y si ha sido una emergencia que esperaba desde hace tiempo? Me pregunto esas cosas mirando al cielo más bonito que haya visto jamás gracias al menor movimiento de gente.

EL PERIODISMO NECESITA LECTORES

Eso dice una página de El Pais intentando vender su versión digital y creo que se trata de una frase inconclusa pues debería añadir «que paguen», lectores que paguen para estar informados y esta es una frase que tiene inversa: Los lectores necesitamos un periodismo, honesto, diligente y comprometido que nos mueva a aflojar la cartera generosamente, porque de otro modo, preferimos lo gratis aunque nos arriesguemos a unas redes nada heterodoxas.

Decía Manuel Jabbois en su columna de El Pais, que una miseria acusada del periodismo consiste en lo fácil que es hacer que el que está al otro lado diga «qué imbécil» o «qué gilipollas» ante cualquier titular y qué difícil, pero no imposible, que lo diga si el texto es bueno y el titular aburrido. Pero es que somos mucho de titulares y cada día más, solo hay que ver el éxito que ha tenido Twitter como vocero de titulares

Pero hay más, por ejemplo, la semana pasada el mismo diario contaba la feliz noticia generada por una empresa estadounidense que anunciaba resultados prometedores respecto a la pandemia. La empresa está dirigida por el científico español Juan Andrés, al que también entrevistan y la noticia obviaba señalar que la biotecnológica Moderna que es la empresa de la cual hablamos, ampliará capital en 1.225 millones para financiar la vacuna contra la Covid-19, información que estaba siendo dada por Europa Press craso error que induce a pensar que más que ofrecer una noticia esperanzadora para los lectores, el periódico se esté sometiendo a los intereses de una gran farmacéutica a cambio de algún favor, porque todos sabemos que la opinión es libre y también mal pensada y al final termina ocurriendo como con los partidos políticos que si todos son iguales, que más da votar a uno que a otro, dando lugar a la abstención y al renacer de los populismos.

Y sucede que el recelo viene de atrás, viene de la transición de aquel para mi vergonzoso nuevo agravio hacia los perdedores y los españoles que sufrimos el peso de la dictadura, tan ensalzado por los herederos del franquismo que son muchos y a la vista están y también por algunos que se auto incluyen en una izquierda que no profesan aunque militen y por eso me ha parecido oportuno como a ella, incluir aquí un vídeo de Critina Fallarás que ya cuenta con un par de añitos.

Viñeta El Roto

El poder siempre prefirió una prensa débil o dócil porque la crítica inteligente no viene bien a sus propósitos y los políticos encontraron en las redes la manera fácil de transmitir sus consignas y criticas al poder o la competencia en la nueva era del electoralismo efímero y acelerado pero todos los pros, tienen su contraria y las redes se han convertido en un río de mentiras, bulos, noticias no cotejadas y vídeos virales de cuya procedencia nadie se hace responsable y a la postre se están dando cuenta de que el resultado perjudica a todos.

Y claro, mayormente, el problema para nosotros sigue radicando en la alternativa que no hay. Los ciudadanos, como siempre o acaso más que nunca, tendremos que buscarnos la vida para escoger como se hacía con las lentejas antes de que, con el valor añadido de la selección, las comercializadoras de la alimentación las vendan plug and play pero no solo separando impurezas, sino seleccionando contenidos lo que lamentablemente hacemos con la ayuda de nuestros sesgos ideológicos que es una manera sencilla pero igualmente peligrosa.

SÍNDROME DE LA CABAÑA

Casi una semana antes de que se declarase el estado de excepción que dio lugar a nuestro confinamiento, ya había decidido quedarme en casa. Desde entonces creo que he salido en tres o cuatro ocasiones y siempre a la farmacia, ni siquiera el pan fui a comprar como habitualmente hacía. Observo que la gente está ansiosa, algunos han necesitado atención psicológica, otros coleccionan sanciones de las autoridades y cuando ha comenzado la desescalada algunos huían de casa a saltos como lo hacen las vacas cuando llevan un par de días encerradas a oscuras en las cuadras.

Ante tales hechos me pregunto si no me ocurrirá algo, si no estaré bajo los efectos del síndrome de la cabaña según el cual en individuo siente miedo por salir a la calle, miedo a contactar con otras personas fuera de las paredes de su casa, temor a realizar actividades que antes eran cotidianas, y es que en cuanto se me pasa por la cabeza salir a la calle una pereza aplastante me invade.

Algunos amigos me invitan, ya falta poco –dicen–, estarás deseando tomar un café, conmigo el primero eh!, ya nos llamamos en cuando abran los chiringos y, cuando escucho esto, asiento aunque me apetece preguntar ¿qué coño se me ha perdido a mí por ahí. Aquí me tomo todos los cafés que me da la gana, leo tranquilo, veo series, veo pasar a la gente por delante de mi ventana, y no necesito nada más porque como ya decía, las pocas ocasiones que fui a la farmacia, quizá por la cosa de la mascarilla o del distanciamiento social, no lo sé a ciencia cierta, parece que nos miramos mal, tampoco acierto a saber si sonreímos, bueno yo si sé cuando sonrío pero como los demás llevan tapada la boca no lo veo y creo que a ellos les sucederá lo mismo y ante la sospecha de creernos enfadados entre nosotros o con el mundo, que para el caso viene a ser lo mismo, prácticamente evitamos el saludo aunque alguna vez, por satisfacer mis dudas mayormente, grité los buenos días como si el distanciamiento fuera mayor aún de lo que en realidad era.

Lo que nos pasa, porque entiendo yo que no es solo a mí, es que cuando antes acudía a una cafetería no lo hacía por el café, de hecho siempre me ha gustado más el que hacemos en casa de puchero que el expreso que te dan en los establecimientos públicos, lo hacía para hablar, para ver, para tocar, es decir, para todo lo que a partir de ahora no podré hacer y debe ser por eso que solo pensar en el hecho de poner una de mis ruedas en la calle, la pereza me invade, efectivamente, en eso debe consistir mi síndrome particular de la cabaña.